Economía y Tendencias

Del turismo de masas al turismo masivo

Francesc González Reverté, director del Máster Universitario de Turismo, Sostenibilidad y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya, analiza las consecuencias para las ciudades de los grandes flujos turísticos

Publicada 03/02/2015

8:42 horas

 - Actualizada 11/02/2015

13:29 horas

González Reverté cree que es necesario “entender el turismo como un ejercicio de convivencia urbana entre iguales”.

González Reverté cree que es necesario “entender el turismo como un ejercicio de convivencia urbana entre iguales”.

El concepto de turismo de masas ha ido derivando hacia el de “turismo masivo”. Los cambios en el empleo de léxico son un indicador de la evolución de la mirada social hacia este fenómeno. El turismo de masas es una expresión que surge tras el logro social que supone la democratización del mismo y que da acceso a la mayoría de la población a las vacaciones pagadas.

En cambio la sociedad actual añade la expresión turismo masivo como muestra de la preocupación por el engrose de unos flujos de turistas internacionales que, paradójicamente, ella misma contribuye a alimentar.

Pero, ¿qué entendemos por masivo? El debate académico centra este punto en la capacidad de carga de un territorio, es decir la reacción y resiliencia de un entorno a una determinada densidad ocupacional expresada en una cifra de ocupación límite.

No deberíamos olvidar, sin embargo, que este concepto deriva de las ciencias físicas y conlleva problemas al ser aplicado a las ciencias sociales. Quizás porque seguramente los turistas no seamos moscas drosophila de laboratorio es difícil calcular y establecer cuotas.

La capacidad de carga en el fondo refleja la percepción de los agentes sociales hacia la densidad de visitantes en un lugar dado, por lo que está sesgada en función del perfil psicosocial de cada individuo. Como norma general cuanto mayor sea el interés y la proximidad al sector turístico que tenga una persona, menor será su percepción problemática de la capacidad de carga.

Las ciudades son particularmente sensibles ya que, históricamente, han incorporado el turismo como un elemento añadido a su estructura urbana. Por tanto es fácil que la frecuentación turística en tejidos urbanos conlleve efectos.

“Las ciudades son particularmente sensibles ya que han incorporado el turismo como un elemento añadido a su estructura urbana”

En Barcelona aparecen problemas de convivencia nocturna, la visita al palacio de Versalles roza la ignominia en horas punta, en Brujas la trivialización del paisaje urbano repercute sobre la calidad de la experiencia turística o en Venecia se agudizan los problemas de desgaste del patrimonio y ambientales. En todos los casos los problemas se deben a una o a la combinación de tres causas: la alteridad (los turistas son percibidos como diferentes), la concentración (unos pocos espacios son los más visitados y, por tanto, los más preciados) y la diversión como motivo de la visita (implica un uso diferente en tiempo y espacio del espacio público).

Teniendo en cuenta estos motivos las ciudades pueden aplicar medidas correctoras. Por ejemplo, controlar y reorientar los flujos turísticos mediante el aumento del precio de acceso u otros sistemas (Parc Güell en Barcelona), la implantación de tasas turísticas (Londres, Berlín, etc.), el diseño de ciudades inteligentes en clave de sostenibilidad o el marketing inverso.

Todas ellas tienen pros y contras que deben ser tenidas en cuenta en contextos concretos de aplicación. No obstante, una recomendación general: quizás más que limitar los flujos sería necesario entender el turismo como un ejercicio de convivencia urbana entre iguales.

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